"En relación a los modelos de conducta sexual, muchas de las reflexiones que han hecho tanto los científicos como los hombres de leyes se fundamentan en la asunción de que las personas son "heterosexuales" u "homosexuales", que estas dos especies son antitéticas en el mundo sexual y que hay un grupo insignificante de "bisexuales" que ocupan una posición intermedia. Se supone, además, que cada persona es inherentemente heterosexual u homosexual, de modo innato, lo cual implicaría que desde que uno nace el destino marca si uno será una cosa o la otra. Según esto, habría pocas posibilidades de cambiar esa orientación a lo largo de la vida. (...)
Con los casos de nuestro estudio, sin embargo, queda claro que la heterosexualidad y la homosexualidad de muchas personas no es una cuestión de todo o nada. Es cierto que algunas personas tienen una historia exclusivamente heterosexual, tanto en sus experiencias físicas como en sus reacciones psíquicas; del mismo modo, hay personas exclusivamente homosexuales, tanto en sus experiencias físicas como en sus reacciones psíquicas. Pero nuestros datos muestran que hay una proporción considerable de la población en cuyas historias se combinan la heterosexualidad y la homosexualidad. En algunos, las experiencias heterosexuales predominan, en otros predominan las experiencias homosexuales, y otros tienen una experiencia bastante igual en uno y otro sentido.
Por tanto, los hombres no se dividen en dos grupos de población distintos (los heterosexuales y los homosexuales), como distinguimos las ovejas de las cabras. Las cosas no son blancas o negras. Al emplear taxonomías es importante comprender que la naturaleza raramente se deja clasificar con categorías. Es la mente humana la que inventa categorías y fuerza la realidad para encasillarla en ellas. En la vida real, hay un continuidad entre uno y otro extremo. Cuanto antes entendamos este aspecto de la conducta sexual humana, antes alcanzaremos una comprensión real de la sexualidad." Alfred Kinsey
Con los casos de nuestro estudio, sin embargo, queda claro que la heterosexualidad y la homosexualidad de muchas personas no es una cuestión de todo o nada. Es cierto que algunas personas tienen una historia exclusivamente heterosexual, tanto en sus experiencias físicas como en sus reacciones psíquicas; del mismo modo, hay personas exclusivamente homosexuales, tanto en sus experiencias físicas como en sus reacciones psíquicas. Pero nuestros datos muestran que hay una proporción considerable de la población en cuyas historias se combinan la heterosexualidad y la homosexualidad. En algunos, las experiencias heterosexuales predominan, en otros predominan las experiencias homosexuales, y otros tienen una experiencia bastante igual en uno y otro sentido.
Por tanto, los hombres no se dividen en dos grupos de población distintos (los heterosexuales y los homosexuales), como distinguimos las ovejas de las cabras. Las cosas no son blancas o negras. Al emplear taxonomías es importante comprender que la naturaleza raramente se deja clasificar con categorías. Es la mente humana la que inventa categorías y fuerza la realidad para encasillarla en ellas. En la vida real, hay un continuidad entre uno y otro extremo. Cuanto antes entendamos este aspecto de la conducta sexual humana, antes alcanzaremos una comprensión real de la sexualidad." Alfred Kinsey
------------------------------------------------------
La noción de carácter según Reich
“Para que uno encuentre amor en París, se debe descender a las clases donde la lucha con las verdaderas necesidades y la ausencia de educación y vanidad han dejado más energía. Revelar un gran deseo insatisfecho es revelar la propia inferioridad, una imposibilidad en Francia, excepto para aquellos que están más abajo de todo…De ahí los exagerados elogios de mujeres jóvenes en boca de hombres jóvenes temerosos de sus corazones.” - Stendhal, Acerca del amor
Como resultado de su lucha práctica y teórica contra las resistencias en el análisis, Reich llegó a concebir el carácter (la neurosis del carácter) como la forma misma de todas esas resistencias. En contraste con un síntoma –que debe ser considerado como una producción y concentración del carácter y que es percibido como un cuerpo extraño, dando surgimiento a una conciencia de la enfermedad- un rasgo del carácter está orgánicamente incrustado en la personalidad. La no conciencia de la enfermedad es un síntoma fundamental de la neurosis del carácter. Una explicación de esta degradación de la individualidad no puede aparecer excepto en el interior de un intento de comunicar, en este caso dentro de la técnica analítica en si misma. Sin importar cuan unilateral esta técnica pueda ser, rápidamente reveló el carácter en lo que éste es: una defensa contra la comunicación, una falla en la facultad de encuentro. Este es el precio pagado por la función primaria del carácter, la defensa contra la ansiedad. No hay necesidad de entretenerse con el origen de la ansiedad, sus causas y su permanencia. Tan sólo permítasenos hacer notar el hecho obvio de que la forma particular del carácter es un patrón que toma forma antes de los 10 años de edad.
La discreción de este proceso explica por qué no es reconocido como una plaga social, y por que es tan duraderamente efectivo. Este montaje produce individuos dañados, tan despojados como sea posible de inteligencia, sociabilidad y sexualidad, y consecuentemente, verdaderamente aislados uno de otro; lo cual resulta ideal para el óptimo funcionamiento del sistema automático de la circulación de mercancías. La energía que el individuo podría usar para reconocer y ser reconocido es puesta en el arnés de su carácter, usada para neutralizarse a sí mismo.
En todas las sociedades en que prevalecen las condiciones modernas de producción la imposibilidad de vivir toma individualmente la forma de muerte, locura o carácter. Con el intrépido Dr. Reich, y en contra de sus horrorizados recuperadores y vilificadores, nosotros postulamos la naturaleza patológica de todos los rasgos del carácter, y en consecuencia, de toda cronicidad en el comportamiento humano. Lo que resulta importante para nosotros no es la estructura individual de nuestro carácter ni la explicación de su formación, sino la imposibilidad de aplicarlo en la creación de situaciones. El carácter no es simplemente una excrecencia no saludable que debe ser tratada separadamente, sino que al mismo tiempo un remedio individual en una sociedad globalmente enferma, un remedio que nos permite soportar la enfermedad a la vez que se va agravando. La gente es en gran medida cómplice del espectáculo. El carácter es la forma que asume esta complicidad.
Sostenemos que la gente puede disolver su carácter solamente mediante la contestación de la sociedad entera (esto, en oposición a la opinión de Reich, que aborda el análisis del carácter desde un punto de vista especializado). Por otro lado, mientras la función del carácter es acomodarnos al actual orden de cosas, su disolución es un prerrequisito de la crítica total de la sociedad. Debemos destruir este círculo vicioso.
La contestación total comienza con la crítica en actos del trabajo asalariado, de acuerdo con un primer principio que está fuera de discusión: “Trabajar nunca”. Las cualidades de la aventura absolutamente esencial para tal empresa se encuentran exclusivamente fuera del carácter. El carácter destruye esas cualidades. El problema del cómo oponerse a la sociedad entera es también el problema de la disolución del carácter.
Su aplicación al efecto de Espectáculo
La publicidad de la miseria es inseparable de la idea de su supresión. Así es como el espíritu llega a hombres y mujeres. La miseria es siempre miseria de la publicidad. Es necesario buscar la razón de la persistencia de la miseria en lo que causa la miseria de la publicidad. El fetichismo es la miseria de la publicidad. Es la forma misma de la separación social. Donde sea que exista oposición entre los individuos y la totalidad de sus inter-relaciones, esta oposición toma la forma del fetichismo de la totalidad. La oposición entre el todo y los individuos tiene lugar por medio de partes de la totalidad que aparecen como aisladas, o que mantienen relaciones ilusorias con la totalidad y con las demás partes. La conciencia engañada es el momento fundamental del fetichismo. Con él, las cosas devienen lo que parecen. La ausencia de conciencia toma la forma de conciencia.
El fetichismo de la mercancía está concentrado en su valor. Le tomó a Marx miles de páginas de El Capital llegar al fondo de este fetiche. Es el yugo del valor el que hace fruncir los ceños humanos, sean estos burgueses, burocráticos o proletarios. El valor es la relación entre dos cantidades. ¿Hay algo más extraño que el hecho de que “x” gramos de zanahorias valgan “y” cantidad de vino o incluso “z” minutos de peluquería? El valor es la autonomía exorbitante de la mercancía. Es peligroso robar, saquear o incendiar. ¡Y es incluso más peligroso no trabajar nunca! El valor se refuerza a sí mismo implacablemente, mientras la mirada engañada sólo se encuentra con cosas y sus precios. En el siglo diecinueve, con la completa oposición entre vida individual y vida de las especies (la vida cotidiana versus la circulación automática de mercancías), todas las esperanzas eran permitidas (las de Hegel, las de Marx). En ese estadio las cosas eran claras: la vida cotidiana era nada, la circulación todo. La nada de la vida cotidiana era un momento visible de la circulación abarcando todo. El fetichismo apenas engañaba a alguien aparte de la clase dominante y sus lameculos. Varias veces el proletariado emprendió el asalto sobre la totalidad, y la publicidad de la miseria estuvo bastante cerca de triunfar sobre la miseria de la publicidad. Hoy las cosas han cambiado considerablemente. La modernización de las luchas de los oprimidos, y sobre todo su incompletud, ha generado la rápida modernización del fetichismo por la clase dirigente y su Estado desde 1930. El surgimiento del fetichismo científico fue impactante: Bolchevismo, Nacional Socialismo y el New Deal aparecieron casi simultáneamente. Esta modernización consistió esencialmente en deprivar a la vida cotidiana de aquello que le quedaba: su negatividad, es decir, la publicidad de su miseria, la publicidad de su nulidad. El secreto de la miseria de la vida cotidiana es el verdadero secreto de estado. Es la piedra que completa el edificio de la separación, que es también el edificio del Estado.
El espectáculo –el desarrollo científico del fetichismo- es simplemente la propiedad privada de los medios de publicidad, el monopolio estatal de las apariencias. Con él, sólo la circulación de mercancías permanece pública. El espectáculo es nada más que la circulación de mercancías absorbiendo todos los medios disponibles de publicidad, condenando así a la miseria a la invisibilidad. El espectáculo es la forma secreta de la miseria pública, donde el valor opera implacablemente mientras el ojo engañado sólo encuentra cosas y su uso.
En la publicidad imperialista de la circulación de mercancías, el valor nunca aparece. Este es el espectáculo de la invisibilidad del valor. Esta invisibilidad “natural” constituye la tendencia fundamentalmente espectacularista de la circulación que la burguesía ha explotado en el desarrollo científico del fetichismo. Mientras el valor no se vuelva público en una diferente forma, la circulación es capaz de aparecer como un carnaval del uso (principalmente, del uso de dinero, lo que es casi innecesario de decir). Así, es fácil entender el estado de trance del espectador confrontado a diario con el valor. Este es el efecto del espectáculo. Se anticipa a todas las ideas; todo parece arreglado. Prohíbe todo reconocimiento; el miserable ser se percibe a sí mismo solo en su miseria. El dinero mismo aparece como el instrumento de la abolición del valor –la cima de la inversión. Como resultado de esto, el espíritu no se manifiesta a los hombres ni (lo que es incluso más lamentable) a las mujeres.
Desde su asiento de primera fila, Wilhelm Reich no podía sino quedar impactado por el rol jugado por el carácter como una estructura anti-individual en el magnífico espectáculo Nazi. Él deja la pregunta absurda “¿Por qué los trabajadores se rebelan?” a los psicoanalistas, psiquiatras, sociólogos y otros servidores del espectáculo, para plantear la pregunta fundamental: “¿Por qué ellos no se rebelan?”. Atribuye su sumisión al aplastamiento de lo individual por el carácter. Esto es difícilmente rebatible. Necesario, pero insuficiente. Decir que esta sociedad no tenía una tendencia intrínseca hacia lo espectacular puede equivaler a decir que el espectáculo es únicamente creación de la clase dominante. ¡Eso sería darle demasiado crédito! Sabemos que la clase dominante es la principal víctima de sus propias ilusiones. Ella sigue una tendencia. Hemos demostrado lo racional de dicha tendencia. El carácter es sin embargo innegablemente real. Puede ser clínicamente detectado. Debemos ahora determinar exactamente qué es lo analizado en el análisis del carácter, una vez que es reconocida su insuficiencia como noción separada. Como noción separada no es nada más que otro fetiche.
Nuestra tesis es la siguiente. Lo cuantitativo reina. Todas las relaciones humanas están gobernadas por la relación de cantidad a calidad, a pesar deque aparezcan como relaciones puramente humanas – el ojo engañado sólo ve las cosas y sus precios. Hemos revisado brevemente el efecto espontáneo espectacularista de la invisibilidad”natural” del valor. Por todo eso, el valor nunca deja de ser vivido por cada persona como una inescapable necesidad de su vida cotidiana. Hemos visto que este secreto vivido completa la tendencia espectacularista de la circulación de mercancías. ¿Qué es lo que Reich detecta clínicamente y llama “carácter”? Sostenemos que es el valor, como necesidad inhumana y de otra forma invisible, lo que es abordado en este enfoque. Es, hasta ahora, la única manera concreta de abordar el valor como la miseria secreta de la individualidad. Bajo esta forma, Reich localiza lo inconsciente, su miseria y sus miserables maniobras represivas, qué sólo obtienen su fuerza y su pompa mágica del dominio del valor sobre la vida cotidiana. Porque las relaciones humanas han sido globalmente socializadas exclusivamente en términos de valor, lo que equivale a su negación, las relaciones humanas auténticas, validadas por el placer, son preservadas dentro de esta socialización como relaciones naturales (y por ello, ilícitas y clandestinas), dado que toda socialidad, toda humanidad, está ocupada (en el sentido colonialista del término) por el valor, la única socialización oficialmente validada. Lo que sea que tienda a escapar de la ley del valor toma así la forma de lo natural, es decir, de lo que por definición escapa del dominio de la humanidad.
En su tercer manuscrito filosófico, Marx mide la humanidad del hombre, su socialización, por el grado de socialización de la relación humana “inmediata, natural y necesaria”: la relación entre hombre y mujer. El valor como socialización universal, como la única e invertida forma de humanidad, es también de hecho la imposibilidad de socializar esta relación; tal relación permanece, sin embargo, como la “más natural”, es decir, la más frustrada por la organización social reinante. Al interior de un mundo de socialización universal por el valor, esta naturalidad deviene progresivamente equivalente a su grado de decadencia, tal como el grado de naturalidad de los indios Nambikwara dentro de nuestra civilización equivale al grado de su exterminio. Este nivel de decadencia –psicosis, neurosis, carácter- como índice de la nosocialización y nohumanidad del hombre, es el real objeto del psicoanálisis. Ese viejo cabrón Freud llegó tan lejos como para identificar la naturalidad con el “salvajismo” y la socialización invertida por el valor con la “civilización”. El psicoanálisis ha sido y seguirá siendo la paleontología de esta prehistoria.
Apoyamos nuestra tesis, todavía puramente teórica, con esta observación clínica: Si, por alguna razón, el carácter del individuo es disuelto, la forma fenomenal espectacular de la totalidad se disuelve en su pretensión de pasar por la ausencia de valor. Así, hemos establecido, negativamente por el momento, una identidad entre carácter y el efecto del espectáculo. Sea que el sujeto se hunda en la locura, practique la teoría o participe en un levantamiento, hemos constatado que los dos polos de la vida cotidiana –contacto con una realidad estrecha y separada por un lado, y contacto espectacular con la totalidad en el otro- son simultáneamente abolidos, abriendo el camino para la unidad de la vida individual que Reich desafortunadamente llamara “genitalidad”. (Preferimos individualidad).
Los trabajos de Reich son los primeros desde Marx que concretamente echan luz sobre la alienación. La teoría del espectáculo es la primera teoría desde Marx que pretende explícitamente ser una teoría de la alienación. La síntesis de estos dos métodos conduce a algunas consecuencias inmediatas que desarrollaremos en un próximo trabajo.
En primer lugar, sostenemos que la práctica de la teoría es inseparable de lo que Reich llamaba “genitalidad”. La teoría se vuelve conocimiento continuo de la miseria secreta, del secreto de la miseria. Es también en sí misma el fin del efecto del espectáculo. Dado que el espectáculo es la forma secreta de la miseria pública, su efecto cesa cuando cesa el secreto. Su efecto reposa en su secreto. De esta forma, la teoría se vuelve crecientemente idéntica a la posibilidad vivida (como algo opuesto a la probabilidad, que es vivida como duda o indiferencia). La teoría es vida cuando todo es posible. Deja de existir desde el momento en que comete un error, y se encuentra a sí misma de vuelta al aburrimiento, al efecto del espectáculo. La verdadera teoría no se puede equivocar. Es un sujeto desprovisto de error. Nada la engaña. La totalidad es su único objeto. La teoría conoce la miseria como secretamente pública. Conoce la secreta publicidad de la miseria. Todas las esperanzas le son permitidas. La lucha de clases existe.
El espectáculo es la ausencia de espíritu. El carácter es la ausencia de teoría.
El proletariado será visible o será nada. El proletariado vive en su propia visibilidad. La organización del proletariado es la organización de su visibilidad. La práctica global del proletariado será su permanente publicidad o nada. Hitler, los Leninistas y los Maoístas entendieron esto tan bien que organizaron la visibilidad del proletariado por la fuerza. Un capitalismo más ambicioso desea realizar la visibilidad del proletariado abolido. Por sí misma, la visibilidad de la miseria no es el proletariado. Necesario pero insuficiente. El proletariado requiere que la visibilidad de la miseria sea pública. La crítica debe ser a la vez teoría de la publicidad (de la visibilidad) y publicidad (visibilidad) de la teoría. Su objetivo debe ser asegurar su propia publicidad. Es cuando es pública que nada puede fallar. No es la teoría de la publicidad si es que no asegura su propia publicidad. De hecho, es el colmo del absurdo para un teórico de la publicidad no sea capaz de asegurar la publicidad de su propia teoría.
Pensamos que estos elementos son superiores a todo lo que un Lukács fue capaz de decir acerca de la consciencia de clase. Y ciertamente tienen la ventaja de su brevedad. Como los expertos en anuncios saben, la brevedad es esencial en publicidad (“¿Eres lo suficientemente hombre para las papas Fritas de la Abuelita gansa?” –uno difícilmente podría ser más breve en contenido). Lo que ellos no pueden imaginar es que la publicidad será incluso más breve en el momento de un Estrasburgo de las fábricas. La visibilidad iluminará todo como el relámpago, disparará como un arma y se levantará como el sol, o no será.
De momento nuestras fórmulas pueden tener la brevedad a su favor. Tal vez será necesario introducirles los conceptos “Abuelita gansa” o “Papas Fritas” en orden a conocer su claridad total. Llegará pronto el día en que todas las papas fritas de la tierra no serán ya capaces de reprimir el encuentro de la teoría de la publicidad y la publicidad de la teoría. - JEAN-PIERRE VOYER
“Para que uno encuentre amor en París, se debe descender a las clases donde la lucha con las verdaderas necesidades y la ausencia de educación y vanidad han dejado más energía. Revelar un gran deseo insatisfecho es revelar la propia inferioridad, una imposibilidad en Francia, excepto para aquellos que están más abajo de todo…De ahí los exagerados elogios de mujeres jóvenes en boca de hombres jóvenes temerosos de sus corazones.” - Stendhal, Acerca del amor
Como resultado de su lucha práctica y teórica contra las resistencias en el análisis, Reich llegó a concebir el carácter (la neurosis del carácter) como la forma misma de todas esas resistencias. En contraste con un síntoma –que debe ser considerado como una producción y concentración del carácter y que es percibido como un cuerpo extraño, dando surgimiento a una conciencia de la enfermedad- un rasgo del carácter está orgánicamente incrustado en la personalidad. La no conciencia de la enfermedad es un síntoma fundamental de la neurosis del carácter. Una explicación de esta degradación de la individualidad no puede aparecer excepto en el interior de un intento de comunicar, en este caso dentro de la técnica analítica en si misma. Sin importar cuan unilateral esta técnica pueda ser, rápidamente reveló el carácter en lo que éste es: una defensa contra la comunicación, una falla en la facultad de encuentro. Este es el precio pagado por la función primaria del carácter, la defensa contra la ansiedad. No hay necesidad de entretenerse con el origen de la ansiedad, sus causas y su permanencia. Tan sólo permítasenos hacer notar el hecho obvio de que la forma particular del carácter es un patrón que toma forma antes de los 10 años de edad.
La discreción de este proceso explica por qué no es reconocido como una plaga social, y por que es tan duraderamente efectivo. Este montaje produce individuos dañados, tan despojados como sea posible de inteligencia, sociabilidad y sexualidad, y consecuentemente, verdaderamente aislados uno de otro; lo cual resulta ideal para el óptimo funcionamiento del sistema automático de la circulación de mercancías. La energía que el individuo podría usar para reconocer y ser reconocido es puesta en el arnés de su carácter, usada para neutralizarse a sí mismo.
En todas las sociedades en que prevalecen las condiciones modernas de producción la imposibilidad de vivir toma individualmente la forma de muerte, locura o carácter. Con el intrépido Dr. Reich, y en contra de sus horrorizados recuperadores y vilificadores, nosotros postulamos la naturaleza patológica de todos los rasgos del carácter, y en consecuencia, de toda cronicidad en el comportamiento humano. Lo que resulta importante para nosotros no es la estructura individual de nuestro carácter ni la explicación de su formación, sino la imposibilidad de aplicarlo en la creación de situaciones. El carácter no es simplemente una excrecencia no saludable que debe ser tratada separadamente, sino que al mismo tiempo un remedio individual en una sociedad globalmente enferma, un remedio que nos permite soportar la enfermedad a la vez que se va agravando. La gente es en gran medida cómplice del espectáculo. El carácter es la forma que asume esta complicidad.
Sostenemos que la gente puede disolver su carácter solamente mediante la contestación de la sociedad entera (esto, en oposición a la opinión de Reich, que aborda el análisis del carácter desde un punto de vista especializado). Por otro lado, mientras la función del carácter es acomodarnos al actual orden de cosas, su disolución es un prerrequisito de la crítica total de la sociedad. Debemos destruir este círculo vicioso.
La contestación total comienza con la crítica en actos del trabajo asalariado, de acuerdo con un primer principio que está fuera de discusión: “Trabajar nunca”. Las cualidades de la aventura absolutamente esencial para tal empresa se encuentran exclusivamente fuera del carácter. El carácter destruye esas cualidades. El problema del cómo oponerse a la sociedad entera es también el problema de la disolución del carácter.
Su aplicación al efecto de Espectáculo
La publicidad de la miseria es inseparable de la idea de su supresión. Así es como el espíritu llega a hombres y mujeres. La miseria es siempre miseria de la publicidad. Es necesario buscar la razón de la persistencia de la miseria en lo que causa la miseria de la publicidad. El fetichismo es la miseria de la publicidad. Es la forma misma de la separación social. Donde sea que exista oposición entre los individuos y la totalidad de sus inter-relaciones, esta oposición toma la forma del fetichismo de la totalidad. La oposición entre el todo y los individuos tiene lugar por medio de partes de la totalidad que aparecen como aisladas, o que mantienen relaciones ilusorias con la totalidad y con las demás partes. La conciencia engañada es el momento fundamental del fetichismo. Con él, las cosas devienen lo que parecen. La ausencia de conciencia toma la forma de conciencia.
El fetichismo de la mercancía está concentrado en su valor. Le tomó a Marx miles de páginas de El Capital llegar al fondo de este fetiche. Es el yugo del valor el que hace fruncir los ceños humanos, sean estos burgueses, burocráticos o proletarios. El valor es la relación entre dos cantidades. ¿Hay algo más extraño que el hecho de que “x” gramos de zanahorias valgan “y” cantidad de vino o incluso “z” minutos de peluquería? El valor es la autonomía exorbitante de la mercancía. Es peligroso robar, saquear o incendiar. ¡Y es incluso más peligroso no trabajar nunca! El valor se refuerza a sí mismo implacablemente, mientras la mirada engañada sólo se encuentra con cosas y sus precios. En el siglo diecinueve, con la completa oposición entre vida individual y vida de las especies (la vida cotidiana versus la circulación automática de mercancías), todas las esperanzas eran permitidas (las de Hegel, las de Marx). En ese estadio las cosas eran claras: la vida cotidiana era nada, la circulación todo. La nada de la vida cotidiana era un momento visible de la circulación abarcando todo. El fetichismo apenas engañaba a alguien aparte de la clase dominante y sus lameculos. Varias veces el proletariado emprendió el asalto sobre la totalidad, y la publicidad de la miseria estuvo bastante cerca de triunfar sobre la miseria de la publicidad. Hoy las cosas han cambiado considerablemente. La modernización de las luchas de los oprimidos, y sobre todo su incompletud, ha generado la rápida modernización del fetichismo por la clase dirigente y su Estado desde 1930. El surgimiento del fetichismo científico fue impactante: Bolchevismo, Nacional Socialismo y el New Deal aparecieron casi simultáneamente. Esta modernización consistió esencialmente en deprivar a la vida cotidiana de aquello que le quedaba: su negatividad, es decir, la publicidad de su miseria, la publicidad de su nulidad. El secreto de la miseria de la vida cotidiana es el verdadero secreto de estado. Es la piedra que completa el edificio de la separación, que es también el edificio del Estado.
El espectáculo –el desarrollo científico del fetichismo- es simplemente la propiedad privada de los medios de publicidad, el monopolio estatal de las apariencias. Con él, sólo la circulación de mercancías permanece pública. El espectáculo es nada más que la circulación de mercancías absorbiendo todos los medios disponibles de publicidad, condenando así a la miseria a la invisibilidad. El espectáculo es la forma secreta de la miseria pública, donde el valor opera implacablemente mientras el ojo engañado sólo encuentra cosas y su uso.
En la publicidad imperialista de la circulación de mercancías, el valor nunca aparece. Este es el espectáculo de la invisibilidad del valor. Esta invisibilidad “natural” constituye la tendencia fundamentalmente espectacularista de la circulación que la burguesía ha explotado en el desarrollo científico del fetichismo. Mientras el valor no se vuelva público en una diferente forma, la circulación es capaz de aparecer como un carnaval del uso (principalmente, del uso de dinero, lo que es casi innecesario de decir). Así, es fácil entender el estado de trance del espectador confrontado a diario con el valor. Este es el efecto del espectáculo. Se anticipa a todas las ideas; todo parece arreglado. Prohíbe todo reconocimiento; el miserable ser se percibe a sí mismo solo en su miseria. El dinero mismo aparece como el instrumento de la abolición del valor –la cima de la inversión. Como resultado de esto, el espíritu no se manifiesta a los hombres ni (lo que es incluso más lamentable) a las mujeres.
Desde su asiento de primera fila, Wilhelm Reich no podía sino quedar impactado por el rol jugado por el carácter como una estructura anti-individual en el magnífico espectáculo Nazi. Él deja la pregunta absurda “¿Por qué los trabajadores se rebelan?” a los psicoanalistas, psiquiatras, sociólogos y otros servidores del espectáculo, para plantear la pregunta fundamental: “¿Por qué ellos no se rebelan?”. Atribuye su sumisión al aplastamiento de lo individual por el carácter. Esto es difícilmente rebatible. Necesario, pero insuficiente. Decir que esta sociedad no tenía una tendencia intrínseca hacia lo espectacular puede equivaler a decir que el espectáculo es únicamente creación de la clase dominante. ¡Eso sería darle demasiado crédito! Sabemos que la clase dominante es la principal víctima de sus propias ilusiones. Ella sigue una tendencia. Hemos demostrado lo racional de dicha tendencia. El carácter es sin embargo innegablemente real. Puede ser clínicamente detectado. Debemos ahora determinar exactamente qué es lo analizado en el análisis del carácter, una vez que es reconocida su insuficiencia como noción separada. Como noción separada no es nada más que otro fetiche.
Nuestra tesis es la siguiente. Lo cuantitativo reina. Todas las relaciones humanas están gobernadas por la relación de cantidad a calidad, a pesar deque aparezcan como relaciones puramente humanas – el ojo engañado sólo ve las cosas y sus precios. Hemos revisado brevemente el efecto espontáneo espectacularista de la invisibilidad”natural” del valor. Por todo eso, el valor nunca deja de ser vivido por cada persona como una inescapable necesidad de su vida cotidiana. Hemos visto que este secreto vivido completa la tendencia espectacularista de la circulación de mercancías. ¿Qué es lo que Reich detecta clínicamente y llama “carácter”? Sostenemos que es el valor, como necesidad inhumana y de otra forma invisible, lo que es abordado en este enfoque. Es, hasta ahora, la única manera concreta de abordar el valor como la miseria secreta de la individualidad. Bajo esta forma, Reich localiza lo inconsciente, su miseria y sus miserables maniobras represivas, qué sólo obtienen su fuerza y su pompa mágica del dominio del valor sobre la vida cotidiana. Porque las relaciones humanas han sido globalmente socializadas exclusivamente en términos de valor, lo que equivale a su negación, las relaciones humanas auténticas, validadas por el placer, son preservadas dentro de esta socialización como relaciones naturales (y por ello, ilícitas y clandestinas), dado que toda socialidad, toda humanidad, está ocupada (en el sentido colonialista del término) por el valor, la única socialización oficialmente validada. Lo que sea que tienda a escapar de la ley del valor toma así la forma de lo natural, es decir, de lo que por definición escapa del dominio de la humanidad.
En su tercer manuscrito filosófico, Marx mide la humanidad del hombre, su socialización, por el grado de socialización de la relación humana “inmediata, natural y necesaria”: la relación entre hombre y mujer. El valor como socialización universal, como la única e invertida forma de humanidad, es también de hecho la imposibilidad de socializar esta relación; tal relación permanece, sin embargo, como la “más natural”, es decir, la más frustrada por la organización social reinante. Al interior de un mundo de socialización universal por el valor, esta naturalidad deviene progresivamente equivalente a su grado de decadencia, tal como el grado de naturalidad de los indios Nambikwara dentro de nuestra civilización equivale al grado de su exterminio. Este nivel de decadencia –psicosis, neurosis, carácter- como índice de la nosocialización y nohumanidad del hombre, es el real objeto del psicoanálisis. Ese viejo cabrón Freud llegó tan lejos como para identificar la naturalidad con el “salvajismo” y la socialización invertida por el valor con la “civilización”. El psicoanálisis ha sido y seguirá siendo la paleontología de esta prehistoria.
Apoyamos nuestra tesis, todavía puramente teórica, con esta observación clínica: Si, por alguna razón, el carácter del individuo es disuelto, la forma fenomenal espectacular de la totalidad se disuelve en su pretensión de pasar por la ausencia de valor. Así, hemos establecido, negativamente por el momento, una identidad entre carácter y el efecto del espectáculo. Sea que el sujeto se hunda en la locura, practique la teoría o participe en un levantamiento, hemos constatado que los dos polos de la vida cotidiana –contacto con una realidad estrecha y separada por un lado, y contacto espectacular con la totalidad en el otro- son simultáneamente abolidos, abriendo el camino para la unidad de la vida individual que Reich desafortunadamente llamara “genitalidad”. (Preferimos individualidad).
Los trabajos de Reich son los primeros desde Marx que concretamente echan luz sobre la alienación. La teoría del espectáculo es la primera teoría desde Marx que pretende explícitamente ser una teoría de la alienación. La síntesis de estos dos métodos conduce a algunas consecuencias inmediatas que desarrollaremos en un próximo trabajo.
En primer lugar, sostenemos que la práctica de la teoría es inseparable de lo que Reich llamaba “genitalidad”. La teoría se vuelve conocimiento continuo de la miseria secreta, del secreto de la miseria. Es también en sí misma el fin del efecto del espectáculo. Dado que el espectáculo es la forma secreta de la miseria pública, su efecto cesa cuando cesa el secreto. Su efecto reposa en su secreto. De esta forma, la teoría se vuelve crecientemente idéntica a la posibilidad vivida (como algo opuesto a la probabilidad, que es vivida como duda o indiferencia). La teoría es vida cuando todo es posible. Deja de existir desde el momento en que comete un error, y se encuentra a sí misma de vuelta al aburrimiento, al efecto del espectáculo. La verdadera teoría no se puede equivocar. Es un sujeto desprovisto de error. Nada la engaña. La totalidad es su único objeto. La teoría conoce la miseria como secretamente pública. Conoce la secreta publicidad de la miseria. Todas las esperanzas le son permitidas. La lucha de clases existe.
El espectáculo es la ausencia de espíritu. El carácter es la ausencia de teoría.
El proletariado será visible o será nada. El proletariado vive en su propia visibilidad. La organización del proletariado es la organización de su visibilidad. La práctica global del proletariado será su permanente publicidad o nada. Hitler, los Leninistas y los Maoístas entendieron esto tan bien que organizaron la visibilidad del proletariado por la fuerza. Un capitalismo más ambicioso desea realizar la visibilidad del proletariado abolido. Por sí misma, la visibilidad de la miseria no es el proletariado. Necesario pero insuficiente. El proletariado requiere que la visibilidad de la miseria sea pública. La crítica debe ser a la vez teoría de la publicidad (de la visibilidad) y publicidad (visibilidad) de la teoría. Su objetivo debe ser asegurar su propia publicidad. Es cuando es pública que nada puede fallar. No es la teoría de la publicidad si es que no asegura su propia publicidad. De hecho, es el colmo del absurdo para un teórico de la publicidad no sea capaz de asegurar la publicidad de su propia teoría.
Pensamos que estos elementos son superiores a todo lo que un Lukács fue capaz de decir acerca de la consciencia de clase. Y ciertamente tienen la ventaja de su brevedad. Como los expertos en anuncios saben, la brevedad es esencial en publicidad (“¿Eres lo suficientemente hombre para las papas Fritas de la Abuelita gansa?” –uno difícilmente podría ser más breve en contenido). Lo que ellos no pueden imaginar es que la publicidad será incluso más breve en el momento de un Estrasburgo de las fábricas. La visibilidad iluminará todo como el relámpago, disparará como un arma y se levantará como el sol, o no será.
De momento nuestras fórmulas pueden tener la brevedad a su favor. Tal vez será necesario introducirles los conceptos “Abuelita gansa” o “Papas Fritas” en orden a conocer su claridad total. Llegará pronto el día en que todas las papas fritas de la tierra no serán ya capaces de reprimir el encuentro de la teoría de la publicidad y la publicidad de la teoría. - JEAN-PIERRE VOYER
"Un uomo che moralizza è di solito un ipocrita, una donna che moralizza è invariabilmente brutta" - Oscar Wilde
"J'attends que la sexualité se démocratise afin que chacun puisse révéler sa vraie nature sans en souffrir socialement" - Catherine Millet